A muchos fieles de ¡Ay, Carmela! y
de Sanchis Sinisterra les basta con el texto, un actor y una
actriz. A partir de ahí pueden hacerse muchas cosas; incluso esta
brillante versión con aires de cabaret y una narradora inventada,
Marta Ribera: una especie de Liza Minnelli menor, aunque magnífica
de voz y gesto. Marta Ribera, en sintonía con "Cabaret" y
"Chicago", impregna de ese aroma la primera parte. Esta
superproducción de Andrés Vicente Gómez lo redime de aquel infausto
panarabismo de "El último jinete".
Hay grandeza y una deslumbrante
óptica sensorial y política, ayudada por la versión de García
Sánchez y la escenografía de Beatriz San Juan. El aliento
cinematográfico del bombardeo, mientras suena el pasodoble
"Suspiros de España" es manifiesto. Raíces de Meyerhold que en
teatro buscaba, como artista y amigo de pintores, una armonía
plástica; y como político, una biomecánica proletarizada.
La narradora anuncia que va a
contar la historia de una mujer distinta a las demás y eso marca el
desarrollo de la primera parte. La poderosa voz y presencia de
Marta Ribera debilita la sencillez de Carmela (Inma Cuesta) y
Paulino (Javier Gutiérrez); por otro lado, el ritmo
dramático-narrativo muestra una Europa en llamas, dividida entre
fascismo y comunismo; la burguesía y el proletariado en armas.
Podría decirse que la primera parte es un teatro épico y la segunda
un teatro más intimo y trágico y más acorde con el texto de
Sanchis; la épica se recupera en la última secuencia de
confrontación entre falangistas y sentenciados, liderados por el
brigadista prendado de Carmela.
Memorable esa especie de "piedad"
de Carmela - Miguel Ángel dramatizado - consolando al brigadista
herido. Frente a esta compasión, el miedo de Paulino se expresa en
su extensión más patética; es un pobre hombre y Javier Gutiérrez
explota todos los resortes: el miedo, la gracia escatológica de los
pedos, la angustia alternante de manifestarse unas veces comunista
y otras fascista para salvar la vida; genial en la parodia de
Millán Astray, que justifica la presencia de Celia Gámez, protegida
del general legionario, en "Las Corsarias" y en el chotis "No
pasarán".
La heroína es Carmela, la guapa
mujer que guarda su honra de un fogoso italiano y su ideología
republicana de todos los demás. Cumbre y en estado de gracia Javier
Navares como Ripamonte; Inma Cuesta, mejor en las canciones
populares que en ritmos de Victor Manuel, Guerra o Vanesa
Martín.
Hay momentos cumbres de buen
teatro, de intensidad emocional y confrontación política; por
ejemplo la secuencia entre comunistas internacionalistas y
fascistas italianos, el himno brigadista y el Jovineza del fascio,
crescendo de una violencia explícita y estéticamente irreprochable.
Señalado el brillo estelar de un Javier Gutiérrez atribulado y
cómico, hay que insistir en la gradiosa dirección de Lima y en una
interpretación global no sólo creíble sino emocionante.
JAVIER VILLÁN.