¡Ay, Carmela!. Musical.
JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN
Los fantasmas de la memoria del
viejo cómico vencido Paulino regresan de nuevo a las tablas un
cuarto de siglo después de su estreno. Y lo hacen con la música en
los huesos para edificar otra vez, aunque de otro modo, aquella
historia de dignidad y derrota. Muy bien adaptada por José Luis
García Sánchez, la obra de José Sanchis Sinisterra adquiere nuevas
dimensiones al desarrollar el contenido musical latente en ella y
ser servida por Andrés Lima como una suerte de cabaret berlinés
arrevistado - sobre todo al comienzo- que tiene su maestra de
ceremonias en la formidable Marta Ribera, narradora y catalizadora
de la acción y, una vez más, demostrando que es una actriz de
teatro musical como la copa de un pino: canta, baila, actúa, y todo
lo hace bien.
La mezcla de las canciones antiguas
y de las compuestas para la ocasión por Victor Manuel, Pedro
Guerra, Vanesa Martín y Joan Valent es muy atractiva, y funciona
estupendamente en un paisaje musical que tiene como leitmotiv de
fondo una versión elegíaca de "Suspiros de España" y el dramático
"¡Ay, Carmela!" evocado en el título. Magníficos también el
machiembrado de "Funiculí, funiculá" y "Fiel espada triunfadora", y
la contraposición del "Jarama Valley" que entona un miembro de las
Brigadas Internacionales con el "Giovinezza" cantado por el capitán
italiano. A subrayar un par de licencias cronológicas: la habanera
"Yo te diré" fue compuesta en 1945 (letra de Enrique Llovet y
música de Jorge Halpern) para la película de Antonio Román "Los
últimos de Filipinas", por lo que no pudo ser cantada durante la
Guerra Civil, igual que la graciosa rumba "Que viene el coco,
mamá", deliciosamente interpretada por Inma Cuesta, que pertenece a
la revista de 1948 "¡A la Habana me voy!", de Antonio y Manuel
Paso, con música de Francisco Alonso y Daniel Montorio.
Lima combina hábilmente a todos los
elementos y consigue un espectáculo divertido y emocionante, de muy
buen acabado, aunque el adelgazamiento del texto deje algo
difuminada la implicación de Carmela con los brigadistas
prisioneros y, por tanto, no se justifique suficientemente el gesto
suicida de la cantante, que hasta poco antes, aunque mostrando su
genio, intentaba sobrevivir en las aguas revueltas de la contienda.
La pareja protagonista está perfecta, Inma Cuesta es una Carmela
arrebatadora y sensual de preciosa voz melódica, y Javier
Gutiérrez, en un gran trabajo, imprime a su Paulino un entusiasmo
empañado de desvalimiento y humor desolado que se mete al público
en el bolsillo. Eficaz y afinado el resto del reparto.